martes, 8 de marzo de 2016

Veo la vida pasar

Desde mi ventana. Desde mi ventana veo la vida pasar, la mía y la de los demás. Las horas, los días, los meses y los años. Puedo observar que es un mundo duro, implacable y muchas veces doloroso, pero todo lo que tiene de malo lo tiene de bueno. 

En los años que llevo observando desde mi ventana, he visto cómo somos capaces de construir sin control, a lo loco. Tanto es así que donde antes había bosques repletos de árboles y fauna, ahora solo hay carreteras y cientos de edificios llenos de personas. Donde antes conocías a todo el mundo, ahora no conoces a nadie.

Desde mi ventana he visto cómo la gente se enamora, sin miedo. Arriesgándolo todo sin temor al fracaso. Sin temores, dando hasta la última gota de su ilusión, de su ternura, de su alegría, de su amor y a veces hasta la última gota de su vida, llegando estos a viejitos y juntitos.

Desde mi venta, también he visto cosas crueles, cosas que otras personas hacen a otras personas, inmencionables, donde ves que el ser humano tiene dos caras. Muchas veces me pregunto: ¿Por qué? Sé que no somos perfectos, pero aunque cueste entenderlo, es mejor perdonar y olvidar que odiar por siempre. Si odias, jamás serás feliz.

Y por último, desde mi ventana, hubo un verano, en el estanque que tengo enfrente, surgió una flor, una flor hermosa, llena de colores, destacaba del resto, era única. Los días de calor llegaba su aroma hasta mi ventana. Era embriagador, cerraba los ojos y me sentía libre, podía soñar, era como un sueño. Descubrí que era una flor de loto. Se tiró todo el verano reluciente, hasta que un día, de pronto se empezó a marchitar y finalmente murió, y desapareció. Jamás volví a ver otra igual. Después de aquello empecé a compararlo con la vida. La vida es un suspiro, tan pronto estas pletórico, como tan pronto  empiezas a marchitarte. 

Por eso, desde mi ventana decidí ser bueno con todos, intentar estar siempre pletórico y desprender bondad, como la flor de loto.


José Blanco

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