En diciembre, hace cincuenta años, en Vallejo de Mena,
provincia de Burgos, en la cocina de mi casa había colgados unos chorizos
procedentes de la matanza, que se hacía año tras año. Allí se dejan orear.
Hasta que un gato decidió comerse unos cuantos. Yo, ni corto ni perezoso, al
ver que el gato se escapaba por la ventana, cogí un cuchillo que había en la
misma y le corté el rabo. Al rato, veo entrar al gato por la puerta: ¡era el
gato de casa!
JOSÉ
¡El gato se puso las botas!
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