En un balcón y bajo su funda, una bicicleta sueña con despertar del letargo y poder salir de éste; su dueño, un joven que pedalea y pedalea sin moverse del sitio.
Cuando la joven pareja del 7º deja las cortinas abiertas, un flamante felino se pasea de izquierda a derecha con la cola mirando al cielo.
Luego están los del 1º, el padre del Athletic, el hijo del Barça y la madre en medio, de árbitro, para parar las palabras de ambos.
Luego está el que deja siempre la luz del balcón encendida, ¿tendrá mala memoria?
Al que le dan la una, las dos, las tres,…, insomnio, jubilación o ¿tal vez su forma de dormir?
Al llegar la noche, poco a poco las luces van desapareciendo y se aprecia mejor el cielo; a veces veo pasar algún avión y mi cabeza empieza a fantasear: ¿irá a nueva york? El pitido de la lavadora avisando de que ha terminado, me recuerda que estoy en mi ventana, y observo las estrellas, la luna y decido bajar de las nubes y colgar la ropa.
Luego están las otras ventanas, las del corazón, en las que influyen el entorno, el estado de ánimo y, como dice Jarabe de Palo: “Depende. ¿De qué depende? De según cómo se mire, todo depende.”