lunes, 18 de abril de 2016

DESDE LOS CRISTALES DE MI VENTANA

Es curioso cuantas cosas, se pueden ver a través de una ventana. Podemos mirar por la de muchos lugares, y sitios. La de un restaurante cuando vamos a comer, la de un médico cuando acudimos a él, o la de un autobús cuando viajamos, y miramos tras los cristales todo lo que el exterior nos ofrece. Pero yo voy a contar lo que desde la ventana de mi casa veo, y que, para mí, es lo más bonito que la vista me pueda regalar, cuando miro tras ésta, y sólo observo paisajes hermosos y belleza.
Afortunadamente,  yo vivo en un lugar apartado de la circulación o del estrés cotidiano de la ciudad,  en el mismo pueblo en que nací, muy cerca de Galdakao. Un pueblecito pequeño de escasos habitantes, pero que está más en contacto con la naturaleza. Lejos de los ruidos, del humo, y de la contaminación. Un lugar precioso  donde se respira paz, y tranquilidad.
Cuando subo la persiana en los días de primavera, me deleito al  contemplar el brillo de un día soleado que empieza a amanecer, las flores de vivos colores, o el suave olor a jazmín, que han nacido  ya, en mi pequeño jardín. ¡¡Una maravilla digna de ver!!, de la que puedo disfrutar cada día, cuando me levanto y me asomo tras ella. Para mí, todas las estaciones del año son bellas cuando las diviso desde mi ventana. Pero, sobre todo, cuando llega el  crudo invierno, y la nieve lo cubre todo, es una de las imágenes más bonitas, y mágicas que la vista me pueda ofrecer, igual  que una preciosa estampa navideña de blanco esplendor, cuando la observo a través de mis cristales empañados de vaho. De una gélida  mañana, de esta fría estación.
Por todo ello, el mirar por ésta, cada día de mi vida, me da verdaderas satisfacciones por la diversidad de  cosas hermosas que puedo contemplar. Pero  a veces miro, sin  ni siquiera ver, lo que la vista me brinda, por estar  absorta en mis pensamientos, o cuando  la melancolía se adueña de mí, por recuerdos del pasado, o la añoranza del ayer, o simplemente cuando me recreo al pensar en aquella  infancia tan bonita,  que yo viví, llena de imborrables, recuerdos, que nunca ya, olvidaré. Aunque la niñez ha quedado atrás, el verdor y la frondosidad de los montes de mi tierra, perdura en el tiempo con toda su belleza y esplendor a pesar de los años pasados, Pero sobre todo, y lo más importante, es el poder disfrutar de ese aire tan puro y sano que cada día respiro. Y gozando únicamente, de la calma, de la tranquilidad  y de esa paz, que  para siempre, me dará ¡¡este bonito pueblo donde vivo yo!!

                                                                                                         María Jesús Epelde

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